¿De verdad no me siento escuchado?

¿Cuántas veces en una reunión laboral te has sentido “juzgado” o «no escuchado”?

¿Cuántas veces te has sentido “no valorado”?

Pero… ¿Son realmente “juzgado”, “no escuchado” o “no valorado” sentimientos?

Si quisiéramos definir sentimiento podríamos decir que se refiere tanto a un estado de animo como a una emoción conceptualizada que determina el estado de ánimo. El sentimiento surge como resultado de una emoción que permite que el sujeto sea consciente de su estado de ánimo.

Teniendo en cuenta esto, los supuestos sentimientos mencionados con anterioridad no serían sentimientos como tal.

Según la perspectiva de la Comunicación No Violenta (CNV) habría que aprender a diferenciar entre sentimientos auténticos y falsos sentimientos.

Estos últimos son realmente interpretaciones que hacemos del comportamiento de las otras personas. En este sentido, estas palabras (juzgado, no escuchado, no valorado…) no se refieren a emociones o sentimientos sino a pensamientos. Son una interpretación, evaluación y/o diagnóstico que hago de otra persona.

La pregunta que podrías hacerte sería ¿Cómo me siento cuando pienso que no me están escuchando?

Está claro que hay un sentimiento en juego, pero este sentimiento surge cuando pienso que alguien no me escucha. Detrás de esto hay una evaluación de la situación, hay un juicio hacia el otro.

Y ¿Por qué es importante hacer esta distinción?

Entre otras cosas porque los sentimientos mezclados con juicios o evaluaciones hacen culpables a los demás de los sentimientos de uno mismo lo que termina creando conflictos innecesarios y malos rollos que llevan a fuertes discusiones y a entrar en una espiral destructiva poco favorecedora para un ambiente laboral agradable y productivo. Y esto ocurre a diario en las reuniones de empresas a todos los niveles.

Con la metodología de Tempodimagia y las herramientas que utilizamos para su puesta en práctica, evitamos de forma natural que estos falsos sentimientos florezcan.

¿Por qué? Porque en esta metodología, todos y cada uno tiene su turno para hablar y para expresarse. El proceso, naturalmente, invita a escuchar, a no interrumpir y a permanecer en silencio hasta que el/los otros terminen. Tú hablas con tu carta y desde ti ofreciendo y sumando tus puntos de vista. Curiosamente terminas añadiendo y apoyándote sobre lo que el otro ha aportado, por lo que percibes que lo que has dicho ha tenido valor y ves valor también en lo que los otros han aportado. Se establece un diálogo constructivo, sin malos entendidos, donde todos tienen su momento/turno para intervenir. TODOS.